La emoción y la necesidad de saber son mi brújula. Así que desde ese lugar decidí educarme y acercarme a quienes tienen presente la muerte en el día a día como parte de su trabajo, de su interés y profesión. Pensaba que aprender de ellos me prepararía para saber qué hacer y mejorar las cosas cuando mi gente partiera; oculta, guardaba la esperanza de que fuera menos aterrador y doloroso. Esperanza que ya he perdido porque conocer no es lo mismo que controlar, y no hay manera de que la muerte no duela. Pero esta investigación me ha mostrado que, además del miedo y la pérdida, hay muchas otras formas de relacionarse con la muerte que son más íntimas y que afectan lo que hacemos y cómo lo hacemos alrededor de ella. Familiarizarme con estas formas me llena de vida. 

La muerte en papel: La vida emocional de los documentos que gestionan la muerte, es un proyecto de residencia propuesto al Archivo Comarcal de Urgell dentro de su programa ACUR 2023. Y es parte de la investigación artística Lazos Invisibles: La performatividad de la muerte en el día a díaque busca entablar diálogos performativos involucrando lugares, 1 documentos, prácticas, objetos, personas, materias y energías locales para explorar, profundizar e intimar con el tema del morir. Mi apuesta es que el arte pudiera sensibilizarnos e incitarnos a recuperar algo de agencia e intimidad con nuestro propio proceso de muerte, y así tener una relación menos hostil con nuestra finitud. 

La muerte en papel es un concepto diseñado específicamente para los recursos que ofrece la ciudad de Tárrega y en específico el Archivo. Parto de la premisa de que el documento que gestiona la muerte tiene una carga afectiva y crea una realidad emocional, una forma de sentir y relacionarse con los hechos. Pensemos en un certificado de defunción. Recientemente mi mejor amigo perdió a su madre, me escribió: “No he hecho nada. Estoy deambulando por la casa y todo el día me la he pasado yendo a la mesa de la cocina para ver el certificado defunción; Aún no puedo creerlo". A mi amigo como a muchos otros, el documento le servía como un ancla para, paulatinamente, situarse en una nueva realidad. La agencia simbólica, afectiva y emocional de este certificado evidentemente no es sólo administrativa, sino que también es parte de un proceso de darse cuenta bastante íntimo de mi amigo.

La intención en la residencia era estudiar, observar, interpretar, relacionarme con la humanidad del documento. Comprender un poco más cómo es que los documentos guían y provocan procesos de sentimiento, independientemente de su peso legal e histórico. Ya en la práctica, la residencia se convirtió en un laboratorio de experimentación donde me apropié de la forma de los documentos. Los intervine para detonar procesos de reflexión, colaboración y creación, buscando accionar otro tipo de relaciones con la muerte. 

Me enfoqué en los documentos disponibles en el archivo: esquelas, certificados médicos de defunción y registros administrativos del cementerio fueron el punto de partida para hacer una serie de trayectorias investigativas e interpretativas, enlazándolas con lo que observaba y escuchaba en Tárrega en el día a día. Así, la investigación fue un ir y venir constante del papel a la vida, del pasado al presente, de la materialidad del documento a la materialidad de la muerte. De cómo se relacionan otros con ellos y de lo que me hacen sentir a mí. 

Este ir y venir también me aportó una noción expandida del archivo al atestiguar que la labor requerida en un archivo (como mantenimiento, conservación, organización y administración) es muy similar a lo que requiere un cementerio. Y gracias a la estrecha comunidad en Tárrega y un voto de confianza generalizado que abre puertas por doquier, tuve acceso al trabajo de especialistas y gente local que nutrieron juegos imaginativos y colaboraciones creativas con entrevistas, investigaciones, materiales personales y puntos de vista que aterrizamos en la exhibición final. Este ensayo es un compendio de materiales y recuentos de lo vivido y aprendido en el verano del 2023 acompañada y guiada por generosos targarinos. 

© Carles Quevedo Garcia